Lo más irónico no radica en que la muerte lo haya venido a buscar a su natal Praga, a pesar de haber escapado de la invasión soviética hace ya 40 años y haber vivido la mayor parte de su vida exiliado, principalmente en el Reino Unido. Ni siquiera lo es que su hija Johanka haya nacido exactamente ese mismo día.
Lo irónico es que Jan Kaplický ha muerto sin ver una sola de sus creaciones levantada en su país, a pesar de que haber ganado hace ya casi 2 años el concurso para la nueva Biblioteca Nacional en el parque Letná, proyecto parado por los expertos Pavel Bém, alcalde de Praga, y Václav Klaus, presidente de la República Checa, a los cuales la radicalidad del edificio se les iba más allá de lo soportable, aún cuando Letná está lejos, lejos de la parte histórica de Praga. Y ahora, claro, todos los periódicos de Chequia le lloran.
Por Europa adelante, sus creaciones; entre ellas el curioso puente flotante de West India quay, en Londres, por donde el autor de este blog ha pasado unas cuantas veces en los últimos tiempos.